martes, 27 de mayo de 2014

Desencanto y denuncia

La poesía de Fabián Casas (Buenos Aires, 1965) nace de los pequeños detalles cotidianos y de las anécdotas triviales que jalonan el día a día y, por ello mismo, encuentra en el habla popular el vehículo idóneo para establecer una comunicación directa y sin estériles alardes estéticos con el lector –y en el poeta porteño se da la circunstancia de que a su obra, que cuenta con el favor de la crítica y el respeto de muchos compañeros de viaje, acuden personas que normalmente no leen poesía-.
Sus poemas, más bien breves, nacen del conflicto íntimo y cotidiano que el yo experimenta frente a un mundo a todas luces hostil. El desencanto y la desesperación son, pues, el germen de una palabra poética en la que, además de mostrarse el dolor propio, late un compromiso con el sufrimiento ajeno y una denuncia de las injusticias y grietas de la sociedad actual, para lo que utiliza un humor sutil, sustentado en la fina ironía y en un contenido y preciso lirismo.
Ahora el lector español puede descubrir o adentrarse en la obra del poeta de menos de 50 años más leído, tal vez, en Hispanoamérica, que llega a las librerías españolas de la mano de la editorial Seix Barral con un volumen de apenas doscientas páginas, Horla City y otros, donde se recogen veinte años de poesía: Tuca (1990), El salmón (1996 y 2007), Pogo (2000) Bueno, eso es todo (2000), Oda (2003 y 2008), El Spleen de Boedo (2003) y El hombre del overol (2006) y su último poemario, Horla City.


Autor: Fabián Casas
Título: Horla City y otros
Editorial: Seix-Barral
Año: 2014


(Publicado en Cuadernos del Sur, 23 de mayo de 2014, p. 7)

jueves, 22 de mayo de 2014

Belleza y emoción


Aprovechando la concesión del Premio Nacional de Poesía, la editorial Visor edita en edición bilingüe Los ángulos de la brasa / Os ángulos da brasa, de Manuel Álvarez Torneiro (A Coruña, 1932). La cuidada traducción corre a cargo de Teresa Seara, quien también firma un interesante y esclarecedor prólogo. El libro, publicado en 2012 por la editorial viguesa Kalandraka, ha sido reconocido igualmente con el Premio Ánxel Casal, el de la Asociación de Escritores en Lingua Galega y el Premio Nacional de la Crítica en lengua gallega.
Desde su debut tardío con Memoria dun silencio (1982), el poeta herculino ha publicado dieciséis poemarios, entre los que podemos destacar: Rigurosamente humano (1995, Premio Esquío), Luz de facer memoria (1999, Premio González Garcés y Premio de la Crítica), Campo segado (2001, Premio Miguel González Garcés), Epicentro (2003) o Parábola do incrédulo (2006).
Os ángulos da brasa está compuesto por sesenta y siete poemas, organizados en tres secciones (“Trama de Vida”, “Terrenal y sagrado” y “Tapiz de ceniza”). En él el autor bucea en la propia biografía para mostrar las huellas y los escombros de un sujeto poético sometido al paso inexorable del tiempo. La vejez y los recuerdos se convierten, por tanto, en los dos pilares que articulan un discurso nacido de dos principios: la aspiración a la belleza máxima y el deseo de despertar una emoción primera en el lector.
De tal conjunción solo puede nacer una poesía profundamente humana. Así, ante la devastación existencial, el yo poético se refugia en el paraíso perdido de la infancia, en una naturaleza primigenia y en los sueños, al tiempo que encuentra en el amor la fuerza para seguir vivo y darle un sentido a la vida.

Autor: Manuel Álvarez Torneiro
Título: Los ángulos de la brasa
Editorial: Visor
Año: 2014

(Publicado en Cuadernos del Sur, 17 de mayo de 2014, p. 7)

martes, 20 de mayo de 2014

Madurez y fracaso


“Madurar” y “fracaso” son las palabras con las que Elena Medel (Córdoba, 1985) abre y cierra su tercer poemario, Chatterton, reconocido con el XXVI Premio Fundación Loewe a la Creación Joven. Ocho años después de Tara, la poeta cordobesa escribe sobre el desencanto y el desengaño provocados, además de por el paso inexorable del tiempo, por el choque entre la vida soñada y la cruda realidad, entre las expectativas sobre las que cada uno levanta su existencia y lo que realmente se llega a ser, dos esferas que las personas intentan interconectar por más que no suelan tocarse, siquiera de modo tangencial. Y aquí es donde adquiere pleno sentido la imagen del joven poeta prerromántico inglés que da título a la obra, Thomas Chatterton (1752-1770), que se suicidó con arsénico a los diecisiete años y que dejó a la literatura, además de su triste y arquetípico final, la creación de varios heterónimos, siendo el más importante el monje medieval Thomas Rowley.
A lo largo de los quince poemas que componen el libro, articulado en tres partes simétricas (“Luna llena en la primera casa de la identidad”, “Nueva vida cotidiana” y “Cuando me preguntan si escribo, respondo que ya no”), Medel indaga en un yo irrenunciablemente femenino que es propuesto como paradigma de los jóvenes de su generación, y aborda, no sin cierta ironía, las contradicciones, los anhelos y las frustraciones que la definen, cuestionándose su propia identidad y cuestionando lo que los demás esperan de ella a su edad, esa frontera -los treinta- en que la juventud parece esfumarse y el futuro, hecho añicos por la crisis brutal que nos azota, no es lo prometido ni lo imaginado. La sensación que la embarga, pues, se resume en una palabra: fracaso. Este adquiere la forma de la soledad, del fin de una relación sentimental, de la falta de expectativas laborales, de la desazón provocada por un trabajo alienante y mal remunerado o del regreso obligado a la casa de los padres.
Con estos materiales se tejen, tal vez, los versos más sinceros de la poeta cordobesa, quien abre el poema que da título al conjunto, un diálogo con el malogrado poeta inglés y con el lector, con la siguiente afirmación: “Mentí durante diecisiete años. Mentí después / en todos mis poemarios. / He mentido durante los diez años siguientes.” A continuación, reconoce la necesidad de un nuevo lenguaje para acometer la búsqueda de sí misma: “Yo vestía unas ropas que nunca fueron mías, / yo escribía en un idioma ajeno, pequeña, tonta, / qué mal memoricé: con mis poemas levanté un imperio”.
 
Autora: Elena Medel
Título: Chatterton
Editorial: Visor
Año: 2014

 
(Publicado en Cuadernos del Sur, 10 de mayo de 2014, p. 7)

miércoles, 14 de mayo de 2014

Encontrada una bomba de la guerra civil en el IES Antonio Mª Calero

Es la primera vez que recibo la orden de no ir a trabajar un día laborable. La causa ha sido el hallazgo de una bomba de la guerra civil durante las obras de ampliación de nuestro centro. Aunque esta mañana he recorrido el camino diario hasta el instituto, la sensación ha sido bien distinta. Sabía que los Tedax llegarían sobre las diez y media para desactivar la bomba, así que no tenía prisa. Paso a paso volvían a mi cabeza los testimonios de los bombardeos que la aviación fascista realizó contra la estación de ferrocarril de Pozoblanco, adonde llegaban los trenes cargados de milicianos republicanos movilizados a la zona para resistir la ofensiva de las tropas nacionales. Los trenes eran un objetivo fácil para los aviones extranjeros. En más de una ocasión los jóvenes combatientes tuvieron que tirarse fuera de los vagones en marcha para evitar ser alcanzados antes de pisar la tierra de Los Pedroches. Amenazados por un fuego infernal buscaban cobijo, como podían, entre los accidentes del terreno y las fincas cercanas. Aunque el paisaje que piso no sea el mismo, imaginé en no pocas ocasiones -mientras tramaba y escribía "Dos cuadernos", el cuarto relato de Los que miran el frío- cómo habría sido la llegada del cabo José Alamillos Romero, uno de estos jóvenes inexpertos obligado a combatir, cómo se arrojaría del tren para salvar la vida. Yo no podía pasear por los raíles ni por los socavones que le habrían servido de refugio momentáneo, pero recomponía o inventaba el trayecto agónico desde el antiguo puente de San Antonio -situado en la rotonda que hay junto al Mecadona- hasta una finca cercana a la vieja estación de tren -cuyo perímetro abarcaba el hospital, el instituto y el antiguo centro de convivencia-.
Hoy, después de encontrarme con la extraña imagen de un instituto sin vida -salvo algunos compañeros curiosos que querían recoger el momento y un par de directivos que cumplían con su función- y después de contemplar el proyectil a la distancia mínima permitida, observo junto a un fotógrafo amigo y una periodista cómo los dos Tedax de la Guardia Civil, en colaboración con los agentes de Pozoblanco, guardan  el artefacto en una bolsa desfragmentadora de color azul y se disponen a trasladarlo a campo abierto -cerca de las minas de El Soldado, otro paisaje de Los que miran el frío- para explosionarlo de manera controlada. En esos momentos no puedo apartar de mi cabeza que esta bomba de poco más de medio metro y de unos cuarenta kilos sea una de las que cayó sobre el protagonista de mi relato. Os dejo un fragmento de "Dos cuadernos".



"La guerra del cabo estaba jalonada no por las grandes conquistas pregonadas en la radio o de viva voz entre los batallones, sino por los dos únicos momentos en los que sintió aquella extraña mezcla de supervivencia y depredación. El primero, nada más bajar del tren en Pozoblanco. El intenso fuego de la aviación enemiga apenas dejaba ver el sol recogerse en un violeta oscuro. Cuando comprendió que los aviones no tardarían en alcanzarle, se tiró del vagón de madera sin que el tren se hubiera detenido del todo, a la altura del puente de San Antonio. Aprovechando las sombras de las vías excavadas en la loma y el silencio metálico de las mismas, se arrastró como una oruga, escondiendo la cabeza entre los hombros, hasta salir del perímetro de la estación. Él y otros cuatro soldados se internaron en una finca donde solo quedaban tres gallinas que picoteaban la soledad, y esperaron a que todo pasase. Entre el heno apelmazado del verano anterior encontraron un par de huevos. José los cogió y los cascó en el irregular borde de su plato de aluminio. Con la bayoneta los batió. Sacó de la mochila un poco pan duro y lo migó sobre la masa anaranjada. Ofreció el revuelto a los desconocidos compañeros. Llevaban un día y medio sin comer y, por un momento, lo que sucedía a escasos quinientos metros resonaba a lo lejos."

(Los que miran el frío, Ediciones Espuela de Plata, Sevilla, 2011, pp. 67-68)


martes, 13 de mayo de 2014

La incómoda memoria. "Los huesos olvidados", de Rivero Taravillo



Pocos días antes de cumplirse el centenario del nacimiento de Octavio Paz, ha llegado a las librerías Los huesos olvidados, la primera novela de Antonio Rivero Taravillo (Melilla, 1963), cuyo título está tomado de un verso del poema “¡No pasarán!” del Nobel mexicano. La obra narra la necesidad de Encarnación Expósito, tras recibir una carta en la que se le informa de que su madre murió al dar a luz y de que su padre desapareció durante la guerra, de conocer lo que le sucedió a este, Juan Bosch. En el intento de esclarecer su propio origen, viaja a México, donde su padre, hijo de catalanes emigrados, pasó la infancia y adolescencia, y entabló amistad con Octavio Paz, hasta que fue expulsado del país y se vio obligado a regresar a España. Una vez aquí, participa en la guerra civil como miliciano del POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista) y su historia es la de uno de esos miembros del citado partido que fueron secuestrados, torturados y asesinados, uno de esos “brigadistas que fueron purgados en checas del partido bajo control soviético”.
La idea nace de la lectura del poema “A un compañero muerto en el frente de Aragón”, escrito por Paz en 1937 y recogido por Manuel Altolaguirre, junto al poema citado anteriormente, en Bajo tu clara sombra y otros poemas sobre España. En una nota a dicho poema, el autor confiesa que, estando a punto de recitarlo en el Palau de la Música, se encontró sentado entre el público con el protagonista de los versos, al que creía muerto. Al finalizar el acto, el viejo amigo le pidió ayuda pues se sentía perseguido por los comunistas, con lo que quedaron en verse al día siguiente. El miliciano nunca acudió a la cita, y ahí se pierde todo rastro suyo. Temáticamente, por tanto, la novela guarda una estrecha relación con Enterrar a los muertos, de Ignacio Martínez de Pisón, quien se centra en la historia de otro miembro del POUM asesinado por los estalinistas, José Robles.
La novela, que gana en intensidad y trabazón conforme avanza la trama, sobre todo a partir del “Capítulo 7”, en el cual Paz lee la elegía dedicada a Bosch en el Palau, se divide en tres partes, de lacónico título: “Primera parte”, “Segunda parte” y “Tercera parte”, compuestas respectivamente por ocho, ocho y seis capítulos. La primera transcurre en 1998, en el momento en que la profesora acude a México para recabar información sobre su padre y se entrevista con un octogenario y enfermo Octavio Paz y con su primera mujer, Elena Garro, que padece un enfisema pulmonar; la segunda se centra en el drama vivido por Bosch en la Barcelona de 1937; la tercera, en cambio, se articula en torno a dos coordenadas espacio-temporales: la Sevilla de 1988, donde tienen lugar los actos de homenaje a Luis Cernuda con motivo del 25 aniversario de su fallecimiento, durante los cuales la protagonista conoce al poeta mexicano; y la Sevilla y el México de 1998, espacios en los que Encarnación intenta encajar las últimas piezas del puzzle que ha reconstruido. Y es en el preciso momento en que reúne “aplicadamente las piezas del rompecabezas que había sido la fragmentaria biografía de su ascendiente” cuando la verdad la golpea en la boca del estómago, cuando los versos de Paz que preludian la obra adquieren pleno sentido al cambiar el valor de la preposición “por”, de causa por agente: “Has muerto entre los tuyos, por los tuyos.”

Estamos, por tanto, ante la denuncia de la ignominia de los represaliados dentro del mismo bando republicano por no aceptar la doctrina estalinista, que siguen siendo silenciados y olvidados (“Debió de sucederle lo que a tantos que murieron traicionados en la retaguardia, los que no nutren las estadísticas y serán olvidados cuando se empiece a hacer justicia y afloren las fosas y cadáveres ocultos y silenciados. Los huesos olvidados”), a la espera de que se les haga justicia. De este modo, el autor consigue poner más énfasis en la crueldad de la guerra y las aberraciones cometidas durante el conflicto fratricida.


Autor: Antonio Rivero Taravillo
Título: Los huesos olvidados
Editorial: Espuela de Plata
Año: 2014

(Publicado en Cuadernos del Sur, 10 de mayo de 2014, p. 10)

miércoles, 7 de mayo de 2014

Serenidad nacida de la incertidumbre



Después de recopilar casi toda su poesía en Los bosques de la mirada (Poesía reunida 1984-2009), Basilio Sánchez publica Cristalizaciones, poemario con el que ha conseguido, por unanimidad, el XX Premio de Poesía Ciudad de Córdoba “Ricardo Molina”. Se trata de una nueva aproximación a las mismas preocupaciones y motivaciones –el tiempo, la memoria, el hombre o la escritura, unidas por un único tema vertebrador: la mirada como proceso de autoconocimiento- sobre las que se levanta la obra de este poeta cacereño que sondea los estratos más profundos de la propia interioridad y actúa sobre ellos con la paciencia y la precisión del químico que enlaza iones, átomos o moléculas hasta formar el cristal que, nacido del fuego del yo, es capaz de contener la intemperie del mundo. Cristalizaciones ahonda en la doble naturaleza del poeta, en la medida en que es hombre y escritor. Aunque semejante dualidad esté presente en casi toda su producción, es en sus tres libros anteriores -Para guardar el sueño (Visor, 2003), Entre una sombra y otra (Visor, 2006) y, en especial, Las estaciones lentas (Visor, 2008)- donde adquiere una formulación más nítida y contundente. Esta intención inicial se articula como una aritmética y cuidada sinfonía en tres movimientos: “La noche desmantela las obras de los hombres”, “Apenas nada” y “El carbón encendido”, compuestos, respectivamente, por 22, 23 y 22 poemas, siendo el central tanto del libro como de la segunda parte el que da título a la obra, al tiempo que divide tanto una como otra en dos partes simétricas en las que se establece, con sutileza, las coordenadas de un itinerario lector. De este modo, el autor va más allá del poema y trabaja como pocos la idea general de libro, concibiendo cada poema como un fotograma capaz de aportar un matiz nuevo, un ángulo diferente de una misma realidad, por definición, poliédrica e inabarcable, y que, por ello, tan solo puede ser experimentada desde la propia intimidad. La creación es concebida, así pues, como un ahondamiento en la complejidad interior del ser humano a partir de la contemplación de lo que lo rodea, con lo que todo paisaje, sea natural o urbano, posee inevitablemente una dimensión interior. Esta labor de instrospección se realiza a ciegas y en ella el yo cuenta, como únicos asideros, con la intuición y la palabra, erosionada por factores sociales, culturales, ideológicos e históricos. Ante los excesos cometidos por parte de no pocos autores anteriores y coetáneos (“A media altura”), él propone convertir las cosas pequeñas en símbolos capaces de articular toda su producción, en tanto consigue cargarlos de valores metafóricos que trascienden la simple contemplación. Estamos, por tanto, ante una poesía de una honda raíz simbólica y meditativa que consigue ganarse la complicidad del lector por el tono confidencial y mesurado, por la musicalidad del verso blanco, por la cuidada y pausada cadencia discursiva, por la precisión en la selección léxica y en el empleo de las imágenes, por los silencios, por el dominio técnico hecho sencillez, por la autenticidad de un discurso que hunde sus raíces en el propio yo y habla de él mismo sin estridencias ni efectistas pirotecnias verbales, por la singular intensidad de unos versos serenos en la dicción pero nacidos de la incertidumbre de la existencia y de la relación con el mundo, unos versos que buscan más las preguntas que las respuestas en la medida en que indagan en lo desconocido, en el misterio, en lo que no puede ni debe ser explicado. Por todo esto, la apuesta estética de Basilio Sánchez, ajena a modas pasajeras, se me antoja precursora de algunas de las líneas más interesantes de la nueva poesía española y su lectura es imprescindible y necesaria no solo por los valores intrínsecos que hacen de ella una de las más interesantes de las últimas décadas, sino también por haber intuido los caminos por los que transitaría la poesía española del siglo XXI.


Autor: Basilio Sánchez
Título: Cristalizaciones
Editorial: Hiperión 
Año: 2013 

(Publicado en Cuadernos del sur, 25 de mayo de 2013, p 5)

lunes, 5 de mayo de 2014

Poetada caricaturesca


Después de publicar en 2013 La gran Marivián, con la que cierra la Trilogía de Antíbula (iniciada en el año 2000 con Los ojos vacíos y continuada en el 2005 con Bami sin sombra), Fernando Aramburu (San Sebastián, 1959), el autor de dos libros capitales  para entender las raíces de ETA y el drama sufrido por las víctimas (Los peces de la amargura y Años lentos), da un giro de trescientos sesenta grados y se adentra en el complejo y difícil mundo del humor y la sátira en su última novela, que le ha valido el prestigioso premio Biblioteca Breve, Ávidas pretensiones, una diatriba contra las miserias del mundillo poético, al que no es ajeno el propio escritor donostiarra, cuyos primeros pasos literarios fueron en verso (Ave sombra -1981-, Bruma y conciencia -1993- y un libro de poesía infantil, El librillo -1981-), y quien publicó, en 2010, la antología Yo quisiera llover.
El Convento de las Hermanas Siervas de las Sagradas Espinas de Jesús, ubicado en Morilla del Pinar, un pequeño pueblo de interior, es el pintoresco lugar donde tienen lugar las III Jornadas Poéticas del citado municipio. Organizadas por Lope Agüero, un poeta con presencia en los medios de comunicación, capaz de otorgar el prestigio o de vetar el acceso a él, las “Jornadas Poéticas de Casacristo”, como se las conoce entre el gremio lírico, sirven de punto de encuentro, durante tres días, de 28 poetas, a través de los cuales el narrador disecciona, desde una perspectiva satírica, el panorama de la poesía española, dividida entre metafísicos (“metafas”) y realistas (“realitas”), dos grupos estéticos enfrentados. Así, los egos, las envidias, las excéntricas manías, las rencillas, las inconfesables vanidades, los intereses ocultos, los oscuros tejemanejes y los recelos son la materia narrativa con la que el narrador articula la novela, dividida, de modo irónico, en las tres partes -“Planteamiento”, “Nudo” y “Desenlace”, estructuradas a su vez en veintitrés, veintiuno y cinco capítulos respectivamente- que todo escritor actual debe evitar, como se recoge en cualquier manual de aspirante al Parnaso.
Y es, precisamente, la ironía y el humor nacidos del punto de vista adoptado por este narrador, capaz de burlarse de sus propios personajes y del lector, como se aprecia en la advertencia inicial (“A fin de preservar su vida y la integridad de sus modestos bienes, el autor ha tenido la cautela de asignar nombres ficticios a los actores de la presente crónica. Lo mismo y por la misma razón ha hecho con algunos lugares que pudieran resultar fácilmente reconocibles. El resto es todo verdad.”), junto al hábil manejo del lenguaje, lleno de palabras inventadas, dobles selecciones léxicas e, incluso, la sutil utilización de frases sin terminar, lo más interesante de esta novela afilada y perspicaz, escrita con un estilo desenfadado y tejida con una vertiginosa sucesión de tópicos y anécdotas con las que se busca potenciar el humor a través de la violencia, de lo escatológico y de las continuas y variadas alusiones sexuales. Para ello, y acudiendo a nuestra tradición satírica, recurre a la exageración tanto en la configuración de unos personajes tipo como de una trama que queda reducida a una frágil sucesión de anécdotas predecibles y de lugares comunes encaminada a provocar la risa.


Autor: Fernando Aramburu
Título: Ávidas pretensiones
Editorial: Seix Barral
Año: 2014

(Publicado en Cuadernos del Sur, 25 de abril de 2014, p. 7)